martes, 6 de enero de 2009

Carta abierta de un Asesino

Héctor Tregnaghi, procesado por el crimen del intendente de Vera, Raúl Seco Encina, escribió desde la cárcel con ruegos a Dios, a su familia y a la de su víctima.

Rivalidad, emoción violenta y tragedia. La ciudad santafesina de Vera habla de pan y circo. Pero el show llegó demasiado lejos. Héctor Tregnaghi saldó su encono con el intendente Seco Encina con una 38.

“Si lo hubiera querido matar, no le disparaba un tiro y me quedaba mirándolo. Le hubiera descargado el tambor entero”, le dijo ayer Héctor Tregnaghi a su abogado, Elvio Dalla Fontana, en la alcaidía de Vera, donde se encuentra alojado, procesado por homicidio simple agravado por uso de arma de fuego en concurso real, con amenaza calificada y tenencia ilegal de arma de guerra.

Tregnaghi, confeso matador del intendente de Vera, Raúl Seco Encina, pidió disculpas en una carta pública: “Estoy pasando los peores días de mi vida y me siento obligado a pedir perdón”, dice el escrito que intentó entregarle el viernes pasado al juez de instrucción de Vera, Octavio Silva, pero que finalmente fue difundido a los medios por el abogado Dalla Fontana.

El último 22 de diciembre Tregnaghi descerrajó un único disparo con un revólver calibre 38 a su ex rival político, que le provocó la muerte. La suspensión municipal de una reunión en el hipódromo La Ilusión, propiedad de Tregnaghi, fue el penúltimo capítulo de años de encono entre ambos. El tiro fue el último.

“Me siento obligado a pedir perdón –escribió Tregnaghi en la cárcel–. En primer lugar a Dios, quien nos juzga en el juicio final y sabe la verdad. A la familia de Raúl y la mía, dos familias destruidas y llenas de dolor con dos chicos adolescentes que desde el inicio de la escuela han sido compañeros. Hoy, uno con el padre muerto y otro preso; a quienes les pido que los errores de los grandes no se trasladen a los chicos y que tienen que ser más compañeros que antes y cuiden a sus madres.” Se refiere a su hijo, Hugo, y al de Seco Encina, Germán, ambos adolescentes que comparten el mismo curso del colegio y que en reiteradas oportunidades habían pedido a sus padres que limaran asperezas. Hoy ambos chicos están en Vera, viven a tres cuadras de distancia y pertenecen al mismo grupo de amigos.

“A dos mujeres –continúa la carta– que tienen que ser fuertes por sus hijos, para que se hagan hombres y el día de mañana sean personas de bien. Alcira: no tengo palabras, sos de oro. A la gente en general y a los amigos en especial agradecerles la solidaridad. Yo sé que una muerte por el motivo que fuese no tiene calificativo ni justificativo valedero. Al nuevo intendente: le deseo que Dios lo quiera, lo ilumine y le dé fuerza para sacar esta ciudad adelante y que no le tiemble la mano para sacar a la calle toda basura que encuentre en su camino. De esa manera podemos tener un Vera distinto. Por último, a los medios y periodistas. Las noticias veraces de la magnitud que sean, bienvenidas a la sociedad. Aunque no nos guste, es medicina. Las inventadas, malintencionadas, malversadas, hacen sangrar heridas, causan dolor y derraman veneno. A estos discursos perversos no les encuentro nombre. Les pido disculpas, yo sé que con esto no voy a subsanar nada pero es lo que siento.”

–Quería pedir disculpas –dijo el abogado Dalla Fontana a Crítica de la Argentina–, él asegura que la cosa se le fue de las manos.

En la ciudad, mientras tanto, se inauguró una plazoleta que se iba a llamar Raúl Alfonsín, como homenaje a los veinticinco años de democracia. El viernes anterior al asesinato, Raúl Seco Encina en persona reemplazó las flores que había elegido el arquitecto municipal por otras que le gustaban más. Lo que no podía imaginar era que la plazoleta se inauguraría con otro nombre. Ahora es la plazoleta Intendente Seco Encina.

Fuente: http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=16744

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