martes, 3 de febrero de 2009

Los argentinos estamos muy lejos...

¿Qué tendrán que ver entre sí George W. Bush, Barack Obama, Rafael Nadal y Roger Federer? En principio, y por más que se intente una aproximación caprichosa, nada.

La cuestión no es vincularlos ideológica o deportivamente, no. La cuestión es recordar lo que las imágenes televisivas han dado sobre el traspaso del poder en los Estados Unidos de un presidente a otro, y la entrega de premios y la ceremonia realizada en el Abierto de Australia de Tenis.

Primero pudimos observar el respeto a la tradición y el educado protocolo estadounidense que significó la asunción de Obama a la presidencia. Para los democráticos de verdad, una sana envidia ver a todos los ex presidentes –demócratas y republicanos, algunos odiados y otros admirados- participar de la ceremonia con el respeto que los ciudadanos y votantes al fin se merecen.

Los exponentes de la arrolladora potencia mundial, cuestionada, imperialista y todo lo que se quiera decir dieron una lección de comportamiento cívico y de respecto a sus instituciones. Y después pasó lo que pasa en todos los recambios: si el que llega al poder es de otro partido político cuestiona al anterior y se diferencia abiertamente en muchos temas, como está sucediendo actualmente con Obama respecto de Bush.

En la Argentina, cuando asume un presidente lo hace en medio de una pobreza y egoísmo institucional que da miedo. Hay un caso de excepción: cuando asumió la presidencia el radical Raúl Alfonsín en 1983, entre los invitados especiales a la ceremonia estaban los ex presidentes constitucionales Arturo Frondizi y María Estela Martínez de Perón.

Y después vino Carlos Menem y ya no estaban ni el propio Alfonsín, Frondizi había muerto e “Isabelita” seguía en España. Luego Fernando de la Rúa tomó el mando de manos de Menem, rodeado sólo por sus seguidores más cercanos.

Resumiendo: en la Argentina, cuando asume un presidente o cuando se realiza una ceremonia “institucional y democrática” aparecen unos celos políticos que dan vergüenza. Si Menem está peleado con el kirchnerismo, por supuesto que no va a estar en la ceremonia de asunción de Néstor Kirchner o su esposa Cristina Fernández de Kirchner, y mucho menos lo estarán Eduardo Duhalde o el mencionado De la Rúa.

En fin, las actitudes de los políticos argentinos en ceremonias que tienen que ver con el respeto a la ciudadanía -como la es un traspaso de poder- están muy lejos del buen comportamiento, pues transforman ese hecho cívico en una cuestión personal y revanchista.

Y con algunos deportistas argentinos pasa lo mismo, especialmente con los tenistas. Un ejemplo de ello son Gastón Gaudio, Guillermo Coria y Juan Martín Del Potro.

El primero se la pasó gritando e insultando como loco, además de romper y tirar raquetas por el aire, cuando algunas cosas le salían mal en los partidos que jugaba; el segundo cuando ascendió en el ranking caminaba por los courts con una arrogancia digna de un actor de cine; y el tercero, sin haber ganado todavía un torneo de relevancia ya anda mostrando dotes de prepotente.

Del Potro, precisamente muchos lo recordarán, apenas la Argentina terminó de vencer a Rusia por las semifinales de la Copa Davis y se determinó que el rival sería la España de Rafael Nadal, tuvo una “ingeniosa” respuesta cuando en medio del court y ante toda la concurrencia se le preguntó por la final que venía. ¿Saben qué dijo respecto del mencionado Nadal?: “Le vamos a sacar el calzón del orto” (en alusión al tic que tiene dicho jugador cada vez que realiza un saque).

Finalmente, España llegó a la Argentina sin Nadal porque este estaba lesionado (cuando se conoció esa noticia, pese a que se intentó desmentir, en el equipo argentino se brindó con champagne). Y durante la final de esa Davis apareció el divismo argentino: declaraciones soberbias, canchereadas, respuestas burlonas y comportamientos dignos de un irrespetuoso.

Del Potro no ganó nada, jugó lesionado y la Argentina perdió… España se quedó con la ensaladera de plata… en silencio, modesta y sin arrogancias.

Mientras tanto, este domingo, en Australia, Nadal le ganó una final histórica al –quizás- mejor jugador de todos los tiempos del tenis, el suizo Roger Federer. El respeto y la admiración mutua con la que se trataron luego del partido fue más grande que el espectáculo brindado cuando los tantos y el título del 1er Grand Slam del año estuvieron en juego.

La verdad, Nadal (Nº 1 del mundo) y Federer (Nº 2 del mundo) son dos caballeros que le hacen honor a los títulos que llevan.

Por eso, con nostalgia, con bronca y hasta con envidia, cuando miramos la asunción de Obama en Estados Unidos o la ceremonia del tenis en Australia, muchos argentinos podemos llegar a la conclusión de que nuestros políticos y los deportistas “de elite” están muy lejos del respeto a las instituciones y todavía más lejos de un comportamiento “profesionalmente educado” que los aleje del reiterado recurso orientado a querer llamar siempre la atención.

Fuente: http://www.aninoticias.com/noticia.php?id_noticia=18347

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